miércoles, 8 de junio de 2016

“Esta lengua mía, tuya, es lo que somos y lo que hemos sido”. Survival International.

En Madrid dicen “hacer” y en Lima “haser”. La diferencia es sutil. Y sin embargo, alrededor del mundo, desde el Amazonas al Ártico, los pueblos indígenas y tribales lo dicen de 4.000 maneras completamente distintas.

Tristemente, nadie dice ni hace ya nada en eyak, una lengua del golfo de Alaska, cuyo último hablante murió en 2008, o en la lengua bo de las islas Andamán, que murió junto con Boa Senior en 2010, según descubrió Survival International. Cerca de 55.000 años de pensamientos e ideas, la historia colectiva de todo un pueblo, se fueron con ella. Antes de morir había dicho: “No me entienden. ¿Qué puedo hacer? Si no hablan conmigo ahora, ¿qué harán una vez me haya muerto? No olviden nuestra lengua, aférrense a ella”.

[...] Pero las lenguas también nos permiten conocer cuestiones espirituales y sociales, ideas sobre lo que es ser humano, sobre la vida, el amor y la muerte. Del mismo modo que las curas a las enfermedades de la humanidad esperan ser encontradas en las plantas de la selva, las lenguas indígenas también contienen muchas ideas, percepciones y soluciones sobre y para la interacción entre los seres humanos y con el mundo natural. Las lenguas son mucho más que meras palabras: son lo que sabemos, y lo que sabemos que somos.

“Dicen que nuestra lengua es simple, que debemos abandonar nuestra simple lengua para hablar la vuestra”, escribió el inuit Simon Anaviapik. “Pero esta lengua mía, tuya, es lo que somos y lo que hemos sido. Es el lugar donde encontramos nuestras historias, nuestras vidas, nuestros ancestros; y también debería ser el lugar donde encontrar nuestro futuro”.


No hay comentarios:

Publicar un comentario