domingo, 6 de marzo de 2016

Abrir el juego en la literatura infantil y juvenil. Un interesantísimo artículo de Cecilia Bajour y Marcela Carranza (Revista Imaginaria)

La literatura infantil y juvenil como problema de la literatura

Brecht dice en su poema: "no digan nunca: esto es natural".

Es una idea interesante cuando se trata de pensar hoy en la literatura infantil. Como mucho de lo que tiene que ver con el mundo de los niños, la literatura infantil hipotéticamente pertenece al territorio de lo conocido, de lo familiar, de lo fácilmente dominable o apresable por la razón y los sentidos. Con los libros para chicos parece, pero sólo parece, estar todo bien... Son libros para chicos... ¿qué problema puede haber?

Quizás podríamos comenzar estas palabras diciendo que estamos acá porque la literatura infantil nos genera inquietud, no nos deja tranquilas… Hacernos problema por algo tan frecuentemente visto como simple es desnaturalizarlo. Tratarlo como le corresponde a un hecho de la cultura. Y ningún hecho de la cultura es neutral o simple.

Tratar a la literatura infantil fundamentalmente como literatura supone meterse en un apasionante problema. Y pensar la literatura que se escribe para los chicos cuestionando quién la lee y cómo la lee, si se cruza con lo anterior, es todavía más interesante. Estas dos miradas, la que nos brindan los estudios literarios y la preocupación por los lectores y sus prácticas, serán las que nos guíen en este intento por problematizar a la literatura infantil.

¿Por qué es un problema tratar a la literatura infantil desde su especificidad literaria, o sea, desde su pertenencia a la literatura?

Fundamentalmente, porque si observamos la historia de los estudios sobre literatura infantil y muchas de las formas actuales de abordarla, veremos que es infrecuente que la mirada literaria esté puesta en juego. Esto tiene mucho que ver con las marcas de origen de esta literatura. Desde su nacimiento la literatura infantil estuvo embarcada en lo formativo entrelazado con el deleite, como decía Perrault en la introducción a los cuentos de Mi madre la oca. Si el deleite en la lectura está más del lado del arte y del juego, y lo formativo, más del lado de los intereses educativos, podríamos decir que en la tensión entre ambos bandos, la mayoría de las veces, de las maneras más variadas, salió ganando el educativo. Es que la infancia, desde que empieza a ser mirada como algo distinto en la corriente de la vida (no mucho más de doscientos años a esta parte), es una porción del tiempo humano que razonablemente es vista como la de los aprendizajes. La cuestión es en nombre de qué y bajo qué formas se promueven esos aprendizajes. En el caso de la literatura infantil, muchas veces ha sido a costa de la libertad del lector.


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